Ruindad
Raíces filosóficas y morales Desde la filosofía clásica, la ruindad ha sido asociada con la cobardía moral. Aristóteles, en su Ética a Nicómaco, hablaba del micrópsiquos (el hombre de alma pequeña), aquel que es incapaz de generosidad porque su mirada nunca trasciende lo inmediato. En la tradición cristiana, se vinculaba con el pecado de acidia (pereza del alma), ese estado de indolencia que lleva a despreciar el bien por comodidad. Arthur Schopenhauer, por su parte, veía en la ruindad una expresión de la voluntad de vivir en su forma más degenerada: el deseo de afirmarse a costa de empequeñecer a los demás. Lo interesante es que, mientras la maldad puede ser activa y hasta creativa, la ruindad suele ser reactiva y mimética: no inventa, solo replica miserias ajenas con entusiasmo de miserable moral.
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